Pongamos el ejemplo de una situación estresante hoy mismo:
«Llegamos tarde al trabajo porque hay un atasco»
Es curioso que nuestro cerebro ante una situación de estrés, reaccione igual que lo hacía hace millones de años cuando nos perseguía un león y teníamos que pelear con él.
Tu cerebro reacciona de la misma manera y hace saltar la alarma.
La parte racional del cerebro intenta decirte que no pasa nada, que no es para tanto, pero la parte irracional te prepara para la pelea porque el cerebro es incapaz de diferenciar lo que es real de lo imaginario, y esto es así queramos o no.
Así que…
Tus pupilas se dilatan para ver el peligro, mientras que tus músculos se tensan para la pelea.
Aumenta la presión sanguínea que llega a las venas y le dice al estómago y los riñones que dejen de trabajar.
Contrae los capilares de la piel ya que quieren minimizar la pérdida de sangre en caso de herida.
Tu cuerpo cambia, ahora estás pálido y aumenta tu temperatura, sudoración, sentirás que tus pulmones se llenan de oxígeno y dispones del oxígeno suficiente en caso de tener que correr.
YA ESTÁS PREPARADO PARA LUCHAR!
Claro, si esto fuera necesario…
Una cosa es que te prepares para luchar como hace millones de años con un mamut y otra cosa bien distinta es que te montes una película por llegar tarde a una cita.
BIENVENIDO AL ESTRÉS DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO.
Gestionar este tipo de estrés y que no perdure en el tiempo como estrés continuado evitará que tu cuerpo mantenga altos niveles de Cortisol, Glutamato… lo cual excita el sistema nervioso central provocando dolores crónicos, fatiga e incluso enfermedades autoinmunes (ya que nuestro cuerpo se mantiene a la defensiva incluso con nosotros mismos)… Y ésto a su vez, hace que disminuyan los niveles de Gaba y Serotonina que son nuestros inhibidores naturales del dolor.